06 Agosto 2025

El funcionamiento del actual gobierno sigue un patrón histórico ya conocido: primero se endeuda al país, luego se finge una estabilidad transitoria. Cuando la soga empieza a apretar, se venden los activos estratégicos —las “joyas de la abuela”— y se avanza en privatizaciones masivas, incluso de bienes esenciales como el agua. Esto permite estirar unos meses la ilusión de orden económico, mientras cientos de miles de personas pierden su trabajo y la economía real se deteriora.

La política económica de Milei no es original: remite a estrategias implementadas ya en el siglo XIX, como las de Nicolás Avellaneda, y repetidas en diversas crisis argentinas. En el fondo, ninguna de las causas que el presidente presenta como “los grandes problemas del país” aborda la verdadera sangría económica: la fuga de capitales y la dependencia estructural del endeudamiento externo.

El oficialismo se sostiene sobre una estrategia clara: generar distracciones políticas y culturales para ganar tiempo en lo económico, al menos hasta las elecciones de octubre. Durante este proceso, se observa a Milei rodeado de representantes del gran capital, con un alineamiento total al modelo financiero especulativo, la llamada “bicicleta financiera”.

Incluso voces cercanas al propio espacio libertario han lanzado críticas duras. La canciller Diana Mondino llegó a decir que no sabe si el presidente desconoce la economía o si actúa con corrupción, dejando abierta la sospecha sobre sus verdaderos móviles.

El vínculo con el Fondo Monetario Internacional es central: lejos de buscar una salida autónoma, el gobierno avanza junto al FMI en lo que diversos analistas consideran el mayor saqueo económico de la historia argentina reciente. Esta combinación de ajuste, entrega de activos y endeudamiento creciente configura un escenario de alto riesgo social y político.

La gran incógnita no es si este esquema se agotará —porque tarde o temprano lo hará— sino hacia dónde caerán “los cascotes” cuando el edificio se derrumbe, y quiénes pagarán el costo final de un experimento económico que ya ha demostrado en el pasado sus efectos devastadores para las mayorías.

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