28 Septiembre 2025

El rescate que Donald Trump le ofreció a Javier Milei a través de su secretario del Tesoro, Scott Bessent, trae recuerdos inmediatos. No es la primera vez que Argentina depende de un salvavidas externo para frenar la corrida financiera.

En diciembre de 2000, Fernando de la Rúa anunciaba en Olivos el megacanje de deuda con frases de sacrificio y esperanza que no se cumplieron. En 2018, Mauricio Macri repetía la escena desde la Casa Rosada, al sellar con el FMI el mayor endeudamiento de la historia del organismo. Ambos buscaban lo mismo: calmar a los mercados que ya huían tras ver dilapidados los dólares prestados.

Hoy Milei revive el mismo libreto. Bessent condicionó parte del apoyo al resultado electoral de octubre, lo que deja abierta la incógnita sobre la utilidad de negociar con un presidente debilitado. Mientras tanto, Macri y Villarruel se mueven en la sombra como posibles reemplazos.

Estados Unidos no actúa por razones económicas: emite la moneda que domina al mundo. Su objetivo es político y geopolítico, sobre todo desplazar a China de la región. Sin embargo, países como Ecuador o Perú mantienen relaciones pragmáticas con Beijing, incluso con gobiernos de derecha. El puerto de Chancay, inaugurado en 2024, es prueba de ello.

La memoria ofrece un contraste: Néstor Kirchner demostró que era posible sacar al país del círculo de la deuda y recuperar autonomía. Ese giro abrió un ciclo de crecimiento que aún se recuerda. Ojalá el próximo déjà vu sea el de aquellos años de prosperidad, y no el de las crisis repetidas.

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