12 Diciembre 2025
La situación en la planta de FATE volvió a encender las alarmas en el sector industrial. Lo que empezó como un reclamo por la falta de avances paritarios terminó exponiendo un cuadro mucho más profundo: once meses sin una actualización salarial, sin adelantos, sin gestos mínimos hacia quienes sostienen la producción día a día. Frente a este escenario, los trabajadores decidieron salir a las calles acompañados por el SUTNA, intentando romper un silencio que, puertas adentro, se había vuelto insostenible.
Pero la estrategia empresaria va más allá de la dilación. En los pasillos de la fábrica se repite la misma lectura: empujar a la gente al límite, llevarla a la angustia de no llegar a fin de mes, para así promover los famosos “retiros voluntarios” que de voluntarios no tienen nada. Muchos empleados ya arrastran deudas y el retraso salarial profundiza la vulnerabilidad, dejándolos frente a una disyuntiva perversa.
A pesar de que desde el Gobierno insisten con discursos sobre “eficiencia”, “modernización” y “libertad económica”, la realidad en la industria contradice cada una de esas consignas. La política económica actual no solo habilita este tipo de prácticas empresariales: las incentiva. Al vaciar el poder adquisitivo y desregular sin control, se crea un terreno fértil para que las patronales descarguen el ajuste sobre los trabajadores.
Lo que ocurre en FATE, lejos de ser un hecho aislado, se replica —con matices— en distintos rincones del aparato productivo. La caída del consumo, el cierre de proveedores, los despidos encubiertos y la presión sobre los sindicatos componen un panorama que ya muchos describen como una masacre industrial silenciosa, una que se esconde detrás de slogans rimbombantes pero vacíos.
El contraste entre el relato oficial y la experiencia cotidiana de quienes viven de su trabajo nunca fue tan evidente. Mientras desde arriba celebran indicadores que no se traducen en mejoras reales, abajo se multiplican los hogares que sobreviven como pueden, entre salarios congelados y precios que corren sin freno.
Hacia el final, queda claro que la discusión excede a una sola empresa. Es una disputa por el modelo productivo, por la dignidad laboral y por el futuro industrial del país. Y aunque intenten ocultarlo bajo la alfombra del “orden” y la “libertad de mercado”, cada conflicto como el de FATE deja expuesto lo mismo: una política económica que promete crecimiento, pero entrega ajuste, destrucción y engaño.
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