26 Abril 2025

El estilo de vida austero de Francisco dejó una huella profunda en la Iglesia y en el Vaticano. Durante sus doce años al frente de la Iglesia Católica, eligió vivir en la habitación 201 de la Casa Santa Marta, en lugar de trasladarse al lujoso Palacio Apostólico. Su cuarto sencillo contaba solo con una cama individual, un crucifijo, una lámpara de lectura y su inseparable mate argentino.

La decisión, tomada apenas iniciado su pontificado en 2013, fue una definición política y espiritual. “Necesitaba vivir cerca de la gente”, recordó Monseñor Guillermo Karcher, su colaborador cercano. Francisco compartía el comedor con sacerdotes, trabajadores y empleados vaticanos, desayunaba con yogur descremado y café, y comenzaba su rutina diaria a las 4:45 de la mañana con oraciones y misa. Su vida cotidiana transcurría sin lujos: leía los diarios impresos, escuchaba tangos de Gardel y evitaba conectarse a internet.

Incluso en su despedida mantuvo su coherencia: un ataúd simple, sin ornamentos, como había pedido, y sin ceremonias fastuosas.

La habitación 201 fue más que un espacio personal: fue el reflejo del mensaje que Francisco transmitió al mundo. Un testimonio vivo de su opción por la humildad, que seguirá siendo uno de los gestos más poderosos de su pontificado.

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