23 Septiembre 2025

La jornada de hoy quedará marcada como un capítulo de claudicación. Javier Milei, en un rol que muchos comparan con el de un Judas moderno, se prepara para entregar al país en manos de intereses externos.
El escenario de esta rendición política y económica tendrá como protagonistas a Donald Trump, señalado por su racismo; a Benjamín Netanyahu, acusado de genocida; y al Congreso Judío Mundial, una organización que, lejos de representar a todo un pueblo, funciona como paraguas de fondos buitre y grupos de poder de distintas religiones. A todo ello se suma la injerencia del FMI, con sus ya conocidas recetas de ajuste.
En nombre de una supuesta inserción internacional y a cambio de migajas —pocas monedas y el guiño para llegar a una elección—, el Gobierno avanza en la entrega de la soberanía.
Lo que hoy se presenta como una foto protocolar en realidad es la confirmación de una dependencia: Argentina hipotecada, atada a los dictados de quienes buscan beneficio propio, sin importar las consecuencias sobre el pueblo.
Detrás de los flashes y las formalidades protocolares, lo que se consolida es un país hipotecado, atado a los caprichos de poderes ajenos, sin importar los costos que recaerán sobre la gente común.
Esta cesión no solo marcará a la generación actual, sino también a las que vendrán, condenándolas a cargar con decisiones que no tomaron. La pregunta inevitable es si la sociedad permanecerá inmóvil ante este proceso o si tendrá la fuerza para decir “basta” antes de que sea demasiado tarde.

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