06 Febrero 2025

El Gobierno libertario, que no pierde oportunidad para autoproclamarse “superior estéticamente”, tomó una decisión insólita y cuestionable: taparon una ventana histórica de la Casa Rosada con una pared de ladrillos. El resultado, como era de esperarse, ha sido ampliamente criticado no solo por su mal gusto sino también por el daño al patrimonio arquitectónico del edificio más emblemático del país.

Las imágenes que circularon en redes sociales muestran cómo esta intervención deja un impacto visual desprolijo y hasta grotesco, contradiciendo por completo la supuesta búsqueda de “excelencia estética” que el oficialismo pregona.

Esta situación genera múltiples interrogantes: ¿qué buscan ocultar tras esa pared improvisada? ¿Fue una decisión funcional o simplemente otro capricho de una gestión que, cada vez más, parece alejarse del respeto por el patrimonio histórico y cultural? Lo cierto es que este episodio se suma a una creciente percepción de que las acciones del gobierno reflejan más desorden que desarrollo.

La Casa Rosada no es solo un edificio, es un símbolo nacional. Tapar una ventana con ladrillos no solo es un atentado visual, sino también un retroceso que deja en evidencia una falta de planificación y sentido común.

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