10 Junio 2025
Quizá en lugar de festejar, algunos deberían empezar a preocuparse
Lejos de la imagen de una líder acorralada y en retirada que ciertos medios insisten en construir, lo que se vivió fue otra cosa. Una marea de gente se congregó frente a la casa de Cristina para respaldarla tras la condena judicial en su contra. Banderas, cánticos, abrazos, lágrimas y convicción. Lo que parecía ser el final de un ciclo, terminó siendo el inicio de otra etapa.
Mientras algunos sectores del poder —y sus voceros de siempre— celebraban con sonrisas anchas, creyendo haber dado el golpe final, la calle les arruinó el brindis. Lo que imaginaron como un funeral político se transformó en una demostración de fuerza.
Quizá esta nueva embestida judicial-mediática no debilite al peronismo. Tal vez lo reactive. ¿No aprendieron nada de 1955? ¿Del decreto 4161/56 para de desperonizar a la sociedad? ¿De la Unión Democrática, de los que gritaron “¡Viva el cáncer!” cuando Evita agonizaba? ¿De la desaparición y mutilación de su cadáver? ¿Del fusilamiento de Juan José Valle? ¿De los peronistas asesinados en los basurales de José León Suárez? ¿De la mutilación del cadáver de Perón?
La lista es larga, interminable. Pero el resultado fue siempre el mismo: por más odio, censura o represión, el peronismo vuelve. Siempre. Y no porque lo impongan desde arriba, sino porque lo reclaman desde abajo.
Por más que festejen con emojis, con selfies brindando con champán, con pulseritas en los pies, gritando “chorra”, “kuka”, “termo” “marron” con esa mezcla de desprecio y goce… sigan desparramando orgasmos de odio, no lo entienden. No es Cristina sola. Es un pueblo que no olvida.
Proscripción. Persecución. Estigmatización. Nada nuevo bajo el sol. Ya lo intentaron antes. Y, sin embargo, acá está. Acá sigue.
Así que sí, algunos estaban eufóricos, agitando condenas como si fueran trofeos. Pero cuidado: la historia argentina es caprichosa. A veces, lo que parece apagar un fuego, lo termina avivando.
Que nadie se apure a ponerse los ruleros. Porque, a juzgar por lo que se vio en las calles, esto recién empieza.
Quizá, en lugar de alegrarse, algunos deberían empezar a angustiarse.
— El Serru
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