08 Septiembre 2025
A lo largo de la historia argentina, el peronismo ha sido objeto de una persecución sistemática. Desde fusilamientos y bombardeos hasta torturas, proscripciones e invento de causas judiciales, todo fue utilizado para intentar borrar de raíz a un movimiento que nació de la voluntad popular. Incluso llegaron al extremo de secuestrar y mutilar el cuerpo de Eva Perón, buscando aniquilar no solo a la líder espiritual, sino al símbolo de un pueblo en marcha.
En aquellos años oscuros, la represión tenía rostro militar. Hoy, la embestida se viste con ropajes distintos: patotas judiciales, fallos escritos al dictado de intereses económicos, y grandes medios de comunicación convertidos en verdaderos grupos de tarea al servicio del poder concentrado. Cambian las formas, pero no el objetivo: disciplinar al pueblo y destruir la herramienta política que más derechos conquistó en la historia del país.
Sin embargo, hay algo que nunca pudieron quebrar: la resistencia popular. El pueblo peronista siempre respondió con organización, con memoria y con lucha. No hubo bombas ni balas que pudieran doblegarlo, y mucho menos podrán hacerlo los fallos de jueces corruptos sometidos a los poderosos.
La historia argentina lo demuestra una y otra vez: cada vez que la derecha destrozó el país y saqueó al pueblo, el peronismo volvió, levantándose desde las cenizas para reconstruir lo arrasado. Porque no se trata solo de un partido político, sino de una identidad profundamente arraigada en millones de hombres y mujeres que creen en la justicia social, en la soberanía nacional y en la independencia económica.
Por eso, más allá de las persecuciones, el peronismo siempre vuelve. Y volverá cuantas veces sea necesario, hasta que la Argentina sea definitivamente libre, justa y soberana.
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